
Bajo una llovizna rociada pero persistente, la voz de Saira Rodriquez, hija de Nestora Salgado, fundadora y coordinadora de la policía comunitaria de Olinalá, Guerrero, reverberó entre decenas de velas y claveles afuera de la Catedral de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles, en conmemoración y protesta de los cuatro meses desde la desaparición de los jóvenes, indígenas, estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.
El asunto era éste: “no nos queda más que luchar.” A través de una llamada telefónica, con voz trémula hablaba de la intimidación y las amenazas que ha recibido por exigir y organizar por la libertad de su madre, presa en un penal de máxima seguridad desde agosto de 2013.
Parada allí, tan lejos de Saira y tan lejos de Ayotzinapa, identifique aquellas palabras con los consejos y saberes que me sigue brindando mi familia, mi hxstoria y comunidad.
Palabras que nacen de una hxstoria y contexto de lucha constante, una lección comúnmente transmitida a través de generaciones y fronteras, de madre a hija, abuelo a nieto, de luchadxs social a joven esperanzado y estudiante hacía su pueblo.
Palabras que nuestras madres recitan para condenar condiciones laborales injustas y patrones que manipulan y explotan. Que se expresan a través de los ojos lúcidos que adornan los rostros de nuestros abuelos, que nos platican de su hambre por sobrevivir y vivir alimentado del campo y la tierra. Las palabras y silencios que decenas, cientos, miles de madres, familias, hermanos y compañerxs usan para denunciar la desaparición se su sangre, para articular su dolor.
Lucha. Memoria y lección que impregna nuestra piel, sazona nuestras lagrimas, nutre los surcos de nuestros campos y ayuda a brotar las flores y los arboles entre las grietas de nuestras ciudades urbanas.
La lucha aplastada, marchitada, agobiada, pero viva. Regenerativa, se resucita en las platicas con nuestrxs abuelxs sobre revoluciones frustradas, manifiestos olvidados, sueños congelados. Sobrevive la migración y despojo, retando corrupción, violencia y olvido.
A falta de tanto no nos queda más que la lucha.