
Preparándonos para nuestro viaje a Durango, entre hacer el equipaje y las compras obligatorias de dulces y demás regalos para la familia, mi mamá me comenta que hoy como cada año se siente triste en su regreso.
Cuando le pregunto la razón por su tristeza, le es dificil explicarlo, pues nace dentro de ella tan naturalmente cada vez que es su tiempo de regresar.
Colectivamente emigramos de Durango hace más de trienta años, ya que mis primeros viajes empezaron cuando ella decidio dejar su pueblo para cruzar las fronteras y establecerse en Los Angeles, California. Desde entonces ella ha podido regresar, contando con toda la autorización burocratica necesaria y con la añoranza y deseo abrumador por el reencuentro.
La nostalgia que ella siente lo he experimentado yo año tras año y me dio cuenta que la tristeza es el deseo de no tener que haberse ido. Dentro de los flujos, retornos y viajes hemos coincidido en el regreso, juntas. Vámos pa’l pueblo.