“Parece que va llover, el cielo
se está nublando, parece que
va llover ¡ay¡ mamá me estoy
mojando”
Pedro Infante, fragmento de la canción “Parece que va llover”

Es verano en Los Ángeles, tiempo y clima que agobia y fastidia y que a menudo nos hace perder toda paz y calma. El tiempo muchas veces determina nuestro interior, nuestra conducta, nuestra paz. A cambio me pregunto y contemplo mi afinidad por el frío, por los otoños e inviernos.
En Los Angeles, mi más temprana comunidad y hogar, gozo del confort que me brindan los rayos de sol que penetran mi ser, que calientan el alma. Pero el calor también trae desequilibrio, como si su exceso me alejara de mi contacto con los demás, como si su sofocante presencia me alejara de la intimidad conmigo misma. Pero en los tiempos de lluvia encuentro una intimidad con el entorno, con las ciudades que habito. Las lluvias, que tan a menudo abruman la Ciudad de México, es lo que extraño y disfruto.
Es el tiempo de lluvias torrenciales, aquellas que te sorprenden a media calle desamparada y sin paraguas. Para mi, el agua es algo especial y espiritual, algo casi tranquilizante.
Es por eso que la lluvia llega a significar fuerza. La ciudad de México ha sobrevivido siglos de estas lluvias y sin embargo su suelo, aunque agobiado por tiempos de exceso y escasez de agua, persiste como si conservado por esa violencia fortificante.
Aquí comparto algunas tomas de los días de lluvia del fotógrafo Chad Santos junto con algunas reflexiones suyas acerca del DF en tiempo de lluvia:
“El capitalino promedio suele usar paraguas, otros más botas y lo más despistados que salieron desprotegidos suelen adquirir capas de plástico por 10 pesos, éstos últimos portan un look de muñeco de Lucha Libre de mercado, los niños se sienten superhéroes con ellas.”
“Conforme las lluvias van siendo más recurrentes se debe salir de cualquier sitio con una hora de anticipación y sobre todo encontrar asiento para dormir ya que el camino será largo. Ir escuchando música en el celular o jugar al Candy Crush es la distracción de algunos, otros tantos ya evolucionaron para dormir de píe.”
“Cuando Tláloc el dios de la lluvia hace acto de presencia en las vialidades del Distrito Federal todo se torna en un concierto de smog con claxons, sobra decir que bajo tierra el metro es una sinfonía de vendedores ambulantes con transeúntes mojados que luchan por llegar pronto a casa. De algún modo la naturaleza reclama un poco de su pasado, vivir en lo que fuera un lago conlleva resignación en los habitantes.”